Siete Lunares

En realidad no sabía a qué tenía miedo. Tenía miedo a cómo era Sara, o tenía más miedo aún a cómo era ella, a qué era ella cuando estaba con Sara. La persona totalmente opuesta a lo que era cuando estaba con Rubén, con su familia, con el resto de compañeros. No sabía quién era ni quién quería ser. Evitaba pensar en estas cosas para no sentir el mareo que le subía desde las rodillas y la hacía sentarse, el escalofrío que recorría su espalda cuando pensaba en el futuro y no sabía aún cómo quería que fuera. Era una niña. Podía maquillarse, ponerse zapatos de tacón, fumar si quisiera, pero seguía siendo una niña pequeña delante de un cruce de mil caminos sin saber hacia dónde podía dirigirse. En realidad siempre había querido ser actriz, y eso es en definitiva lo que está siendo ahora mismo: la actriz de una parte de su vida. Pero cuál. En qué cama estaba fingiendo, dónde actuaba mejor, en los tequiero que le susurraba a Rubén todas las noches o en los tenecesito que le decía a Sara casi todos los días.