Palabras a mi Tocayo

No hay espina más amada que la libertad, pensé, mientras me encaminaba a los brazos de una amiga. Mi soledad se reía a carcajadas con un amigo tocayo que me ayudaba en aquellos tiempos de prisión y de delicia. Él no entendía mi amistad con un militar. Yo le decía que, como había dicho otro amigo, no vinimos al mundo a juzgar. Hablo del mundo pero el mundo no existe. Es una gigantesca payasada. Del mundo llueven sólo lirios peñarolenses. Dicen que hay planetas, que hay galaxias y constelaciones; yo prefiero los lirios peñarolenses. Admitiendo que algunas veces son un poco salvajes. Admitiendo la gran enredadera de mi mente. Enhebrándose en la cerradura de la puerta de la entrada de la sagrada Elena de mar que es mí casa. Y hay que tomar la medicación; y hay que orar para que el fuego sagrado de mi alma siga siendo sostenido y sostenga. La vida es una lluvia crónica y llueve más fuerte aun: cada vez que sale el sol, estoy pintando, estoy cantando, las canciones salen de mis heridas de vida.