La Tragedia de la Conciencia

La humanidad está y siempre ha estado en una encrucijada en la que la conciencia de la futilidad de nuestras vidas crece continuamente a medida que pasa el tiempo. Lo que quiero decir con esto es que a lo largo del curso natural de la vida, se vuelve rápidamente evidente que somos seres temporales que nos estamos grabando una existencia que probablemente sea inútil por el simple hecho de vivir. La humanidad no suele reflexionar lo suficiente sobre cuán salvaje es realmente el mundo que nos rodea. Aunque se puede encontrar belleza en el canto de un pájaro, ese mismo animal es depredador por naturaleza y posee esos rasgos que parecen ser destructivos. Charles Darwin, en su obra homónima El Origen de las Especies, lo expresa así: “Contemplamos el rostro de la naturaleza brillante de alegría, a menudo vemos superabundancia de alimentos; no vemos, o lo olvidamos, que los pájaros que cantan ociosamente a nuestro alrededor viven principalmente de insectos o semillas, y así están constantemente destruyendo la vida; u olvidamos cuán grandemente estos cantores, o sus huevos, o sus polluelos, son destruidos por pájaros y bestias de presa; no siempre tenemos en cuenta que, aunque la comida ahora puede ser sobreabundante, no lo es en todas las estaciones de cada año recurrente”. Siempre hay un sentido de la naturaleza limitada de los recursos, así como de nuestra naturaleza. Nuestra capacidad de utilizar la voluntad, por limitada que sea, es un ejemplo entre muchos de la futilidad de la existencia humana. Esto no quiere decir que ciertas filosofías no puedan encontrar algo digno en la vida humana, pero cuando se enfocan en el vacío de la conceptualización de lo eterno, se vuelve evidente que somos extremadamente insignificantes en el gran esquema de las cosas.